Apenas tiene 16 años. Es una niña y habla de tú a tú con los presidentes de las naciones más poderosas del mundo. Asistió a la Conferencia de Davos y encaró a los empresarios y líderes económicos más influyentes del planeta. En su corta trayectoria ya ha acumulado méritos suficientes como para ser nominada al premio Nobel de la Paz. Por si aún no lo has adivinado, hablamos de Greta Thunberg, la adolescente sueca que en pocos meses se ha convertido en la abanderada de la lucha contra el cambio climático.
Su revolución comenzó tímidamente. No era más que una colegiala que se plantaba todos los días frente al parlamento sueco con una pancarta que decía: “huelga escolar por el clima”. Su perseverancia tuvo eco en miles de jóvenes de todo el mundo. Como ella, decidieron tomar cartas en el asunto y reclamar a los gobiernos de sus países su inacción frente a un problema que nos supera y crece día a día. Así nació el movimiento “Fridays for Future”, que aboga por la toma de medidas urgentes que pongan freno a la destrucción ambiental.
Su discurso es directo y sencillo. Quizás, el hecho de ser Asperger tiene algo que ver con su lenguaje escueto y sin ambages. No se anda por las ramas y llama a las cosas por su nombre. Acusa a los políticos de ofrecer falsas soluciones o, cuando menos, de aplicarlas solo a medias.
No tiene nada que temer y predica con su ejemplo. Recorre el mundo sin subirse a un avión y en estos días fue noticia por hacer un largo viaje desde Chile hasta España a bordo de un catamarán. Allí participa en la XXV Cumbre del Clima que organiza anualmente la ONU.
Su negativa a cruzar los aires no tiene que ver con alguna fobia. En realidad, responde a su compromiso por evitar toda actividad que produzca altas emisiones de CO2. Por ello, tampoco come carne y aboga por formas de vida más sustentables.
La popularidad de Greta Thunberg no solo le ha ganado adeptos y fieles defensores, sino también una miríada de detractores. Las redes sociales pueden dividirse en dos grupos, quienes la aman y quienes la acusan y se burlan con saña de todas sus intervenciones públicas. Incluso Donald Trump llegó a publicar un comentario irónico en Twitter: “Una niña muy feliz que espera un futuro brillante y maravilloso”. La respuesta de Greta no se hizo esperar y, con buen tino, actualizó la descripción de su perfil en sus redes sociales, copiando literalmente el mensaje del presidente norteamericano.
Cierto es que algunas de sus declaraciones pueden sonar alarmistas. Decir, por ejemplo, que “estamos en el comienzo de una extinción masiva” puede parecer una sentencia apocalíptica. Sin embargo, Greta no pide que la escuchen solo a ella. En realidad, exige que se tomen en cuenta las alertas de los investigadores y se actúe inmediatamente.
“Dicen que nos escuchan y que entienden la urgencia… Nos están fallando… Y si eligen fallarnos, nunca los perdonaremos”. Así, con tono amenazador, se dirigió a la asamblea en la Cumbre del Clima de la ONU el pasado mes de septiembre. Sus enérgicas palabras animan un movimiento que sigue creciendo y, pese a las críticas, rendirse no es una opción. “No dejaremos que sigan con esto… Se viene el cambio, les guste o no”.
Hasta el momento son pocos los resultados tangibles de su lucha. Y ese es precisamente su aliciente y su reto. No será fácil dar el paso y conseguir que sus actos simbólicos se concreten en acciones contundentes. Mientras, debe sortear toda clase de dificultades. Mantener viva una lucha independiente es una tarea difícil, más aún para una líder tan joven. En nuestras manos está darle el soporte que necesita para que su gesto no sea en vano. Es nuestro deber como sociedad aportar soluciones y llevar esta iniciativa al próximo nivel.